martes, 27 de septiembre de 2011

¿...Te quedas o te vas...?

La gente aparece y desaparece. Ley de vida. O comes o te comen. Caminas y mientras vas dejando gente atrás, conociendo a otras e incluso recuperando, ¿cuánto sitio hay en el corazón?, ¿qué prefieres, entrar y quedarte o irte?

Llevo un tiempo dándole vueltas, en mi vida ha habido y habrán muchos pasajeros. Unos se han quedado, otros se han ido y otros han decidido volver. ¡Quién me iba a decir a mí que volverías!

Hace días, desde que le conocí, he creado un vínculo con dos personas que creo que en la vida imaginé tener tantas cosas en común, sí, me refiero a ti Lorena o a ti Paola. ¿Alguien en su sano juicio me podría decir que sería de mí sin vosotras dos? Nadie, normal, ¡la gente en su sano juicio no lee estas cosas! (bromas a parte).

Lorena, ¿cuánto hace que nos conocemos? La vida y más, ¿y sabes cuánto te agradezco? La vida y más. No te puedes ni llegar a imaginar lo que yo puedo estarte agradecido ¿sabes todo lo que has hecho por mí? No creo que te lo imagines… Antes he hablado de la gente que se ha ido y ha vuelto, y tu eres una de ellas ¿Quién diría que hemos estado tanto sin hablarnos? En muy poco tiempo te has convertido en un pilar fundamental pera mí, formas parte de EBAN y de MIIS-PENSAMIENTOSS, eres y serás un apoyo en todo, gracias, gracias y gracias. Y como en todo siempre hay una contrapartida, tú me tienes aquí para lo que necesites. Puedo decir orgulloso que TÚ ERES MI AMIGA.

¡Aaaah! Paola, ahora te toca a ti. Ya te lo he dicho antes, jamás pensé que volvería a hablar contigo y menos de estas cosas. El pasado, pasado está y quiero vivir el presente sin preocuparme del futuro, ¿y sabes qué? El presente es tenerte a mi lado. Tú formas mi presente. ¿Sabes? Hoy me has ayudado muchísimo y te estaré eternamente agradecido. Como no, ya te lo he dicho que tienes mi número, mi facebook, mi msn y este blog a tu disposición.

¿Conclusión? Quizá mi corazón no es grande ni envidiable ni mucho menos admirable, pero vosotras tenéis un rincón en él, vosotras estáis en él, vosotras sí cogéis en él y pensad una cosa, estáis dentro y he cerrado con llave y la llave la he tirado, así que aquí no se escapa ni el gato…

jueves, 22 de septiembre de 2011

Un dragón llamado...

A través del miedo, el hombre activa su sistema nervioso central, aumentando la frecuencia cardíaca, la sudoración y otras respuestas que lo que haces es preparar para poder reaccionar de alguna de estas maneras: atacar o huir.

El miedo no es, como la gran mayoría lo conoce ni mucho menos, una emoción negativa, sino más bies es un seguro de supervivencia, sí, a través de él, el organismo se activa para poder superar un mal trago, asegurando nuestra integridad física o psíquica.

El problema, como todo sino yo no tendría sentido y no estaría aquí contando cosas, aparece cuando esta emoción lejos de ser un estímulo o una reacción adversa, se convierte en una pauta constante de comportamiento y se desencadena a pesar de no existir ningún peligro ni amenaza real. Por otra parte, también encontramos otro aspecto paradójico si más no, la vivencia de: el miedo al miedo.

El ejemplo más claro de miedo irracional, lo constituyen las fobias. En las fobias específicas se da un miedo intenso y persistente que es excesivo y como he dicho anteriormente irracional y es desencadenado por la presencia o anticipación de elementos o situaciones específicos. Al exponerse a tal estímulo, se produce una respuesta inmediata de ansiedad que puede llegar incluso al ataque de pánico, a pesar del reconocimiento por parte de la persona que lo sufre, de que su miedo es absolutamente irracional y desproporcionado.

La activación resultante del miedo en general, como respuesta a una situación amenazante y peligrosa, va dirigida precisamente a la acción, a la reacción ante el estímulo y a la puesta en marcha de una respuesta que garantice supervivencia. De manera que el miedo nos induce a hacer algo, a afrontar el peligro de la manera más exitosa posible. Por el otro lado, tenemos el miedo irracional, que conduce contrariamente a la evitación del estímulo que provoca ansiedad o malestar, siendo altamente improductivo para el.

Según los psicólogos expertos en la materia dicen que existen varios pasos para conseguir que el miedo no nos paralice: aceptar que tenemos miedo, identificar cuál es nuestro miedo y, por último, mirar al miedo a la cara y hacer lo concreto.

Si nos fijamos en los pasos anteriormente citados encontramos una solución bastante viable para la no paralización del organismo. Si aceptamos que tenemos miedo, de manera que no hay una interpretación destructiva y negativa, sino que el primer paso para adoptar una actitud más activa.

Si nos enfrontamos a él, es muy probable que lo venzamos, si nos dejamos llevar por el miedo, el fracaso está garantizado.

Me paro a pensar en mí y en mis vivencias y estoy seguro que la verdad es que cada uno construye sus propios fantasmas y sus propios miedos, más allá de la realidad y la indefensión ante ellos. Recuerdo una preciosa frase que dijo Nelson Mandela “no es valiente quien no tiene miedo, sino quien sabe conquistarlo”. Salid, luchad, enfrentaos al él, no tengáis miedo, sois una arma valiosa, y derrotad al dragón llamado ‘MIEDO’.

martes, 20 de septiembre de 2011

Sufro que te sufro...

Una desgracia, un imprevisto, una enfermedad, una realidad o la pérdida de un ser querido puede llenar de dolor nuestra vida. El sufrimiento existe, esta ahí, forma parte de nuestra vida pero si lo aceptamos, saldremos adelante.

Como otra persona cualquiera, lloro, me desilusiono y entristezco. Y en más de una ocasión, algún amigo, me ha dicho que cómo es posible que yo que ayudo y doy consejo al resto, puedo encontrarme en una situación así, que no debería de sufrir. Y esta idea me parece tan inocente que me encanta.

Hace tiempo que consideramos el sufrimiento como algo antinatural. Está claro que vemos el sufrimiento como algo anormal, y no es de extrañas, parece que todos nos intentan vender esa “verdad”. Incluso en libros de autoayuda nos convencen que si seguimos sus pasos no volveremos a tener ningún tipo de sufrimiento. O sea, que nos inculcan que si sufrimos es porque queremos. Y claro, como no, ahí sí que está el problema, ir a cuestas con el concepto de que somos culpables de nuestro sufrimiento sí que lo agranda.

La imagen que nos proyectan los que nos rodean, con sus corazas, también nos lleva a creer que las únicas personas que sufren somos nosotros. Quien no ha oído o dicho la típica frase de “Esto sólo me pasa a mí”. Por eso yo soy partidario de las terapias de grupo, es bastante gracioso cuando hablas con varias personas y te cuentan sus problemas y todas concluyen con “esto sólo me pasa a mí”. En las terapias de parejas las personas se despojan de la dichosa frase y se dan cuenta de que no están solos en el mundo.

Todos sufrimos, eso está claro, lo que nos diferencia es cómo interpretamos este sufrimiento y de cómo lo gestionamos. El propio sufrimiento reducirá o se ensanchará según lo que hagamos con él, por eso, si aprendemos a sufrir, sufriremos menos.

A veces cuando sufrimos pensamos que somos unos incompetentes (por no decir otra palabra) porque no sabemos afrontar los reveses de la vida. Entonces, así es cuando nuestro sufrimiento aumenta. Pero si interpretamos el sufrimiento como algo natural puede proporcionar mucha serenidad.

Lo que sí es cierto es que en ocasiones, el sufrimiento de algunas personas, visto desde fuera, es totalmente incomprensible. En un mundo dónde las guerras, el hambre están a la orden del día, que alguien te venga y te diga que esta deprimido profundamente porque se la he muerto el hámster suena a cómico, pero lo que no saben muchos, es que las acciones que a veces hacen que nos desbordemos son las más ridículas. O cuando alguien te cuenta con lágrimas en los ojos y como si hubiera pasado ayer el fallecimiento de un ser querido y cuando preguntas te dicen que hace 15 ó 20 años… Hay una cosa que hay que tenerla clara, aunque el sufrimiento lo debemos contemplar como algo normal, su desproporción o su duración si que nos debe alertar.

Obviamente, detrás de la causa (la muerte del hámster, la pérdida de un ser querido hace mucho tiempo) se agolpan y unen muchas inseguridades, miedos, ansias… que son lo que realmente provocan la pesadumbre. En este caso, yo, aconsejo acudir a un profesional para que realmente nos ayude.

El sufrimiento puede acercarnos o alejarnos de los demás. Cuando nos pasa algo, para nosotros terrible, y sufrimos, a veces caemos en el error de pensar que si nosotros no conocíamos lo que era sufrir hasta ahora, los demás tampoco. Conclusión: somos los que más sufrimos en este mundo. Este concepto egocentrista nos vuelve “hiperreflexivos”, sólo pensamos en nuestro sufrimiento, en que lo ha causado y todo esto se puede volver en nuestra contra.

Según un profesor de psicología, puede ser una de las causas de muchos trastornos mentales. Como nosotros somos el centro del universo por lo que llegamos a sufrir, creemos que son los demás los que deben girar alrededor nuestro preocupándose por nuestro estado de ánimo. Pensamos que los que orbitan a nuestro alrededor no sufren como nosotros, así que no merecen nuestra atención, que debe ir dirigida sólo a nuestro padecimiento. Y si los de nuestro alrededor no se desviven por nuestra situación como nosotros quisiéramos, no somos capaces de llegar a pensar que quizá los otros también están sufriendo y no tienen espacio para pensar en la que nos parece la situación más fuerte del mundo: la nuestra.

Con todo esto quiero decir que el sufrimiento esta bien, pero como todo, en su justa medida. No puedes creer que todos van en contra tuyo ni que todos te han de apoyar siempre. Vive, llora, enfádate, sufre, pero acéptalo. Llévalo a tu terreno. Esto te hará más humano y lúcido, y créeme cuando digo que ser más “humano y lúcido” no es poco.


EBAN