domingo, 6 de noviembre de 2011

La calidad antes que la cantidad...

Últimamente y no sé muy bien por qué, encuentro como claro ejemplo a una misma persona. Como ya mencioné en la entrada pasada volveré a hablar de Shakespeare.

Este genial dramaturgo ya nos advirtió mucho antes del peligroso terreno de los celos, encarnado en el famoso personaje de Otelo. Un hombre atormentado que sólo vive para calmar sus ansias de venganza por el terrible terror de infidelidad por parte de su mujer. El trágico final ya nos lo podemos imaginar, y no sólo eso, sino también las fatales repercusiones que sobre el comportamiento humano tiene el mal de la celotipia.

He oído y no sólo una vez y lo que me preocupa más es que lo oiga en pleno siglo XXI, que si no se es celoso es porque no se ama. Y no sólo estoy en desacuerdo, sino que todo lo contrario, los celos son simplemente muestra en toda regla de las inseguridades del individuo en general y de sus inseguridades personales en particular. No hace falta ser un gran psicólogo para saber que éstas reacciones están asociadas al miedo de la pérdida del sujeto amoroso que se revela en la forma de: ansiedad, agresividad, tensión, angustia y otros sentimientos… Todo esto como fruto de una baja autoestima y de una falta de seguridad, porque el que ama desde estos criterios, creyéndose inferior lógicamente, teme a que su pareja pueda encontrar fácilmente una alternativa a él, y vive presa de sus propios temores.

Los celos son la confluencia de tres grandes factores: el amor hacia una persona en particular, el amor propio y las inseguridades particulares. Y aquí está el problema, si se ama a alguien desde la inseguridad, el temor a perder a la otra persona se convierte en el motor de la conducta. De este modo, como la mayoría, no se es celoso por querer, sino por el temor de perder. Por eso es un error evitar las relaciones amorosas por evitar caer en los temibles brazos de los celos. Toda conducta de evitación siempre está condenada a huir sin resolución. Por eso debemos trabajarlo psicológicamente para resolver la autoestima y reforzar la seguridad propia.

La realidad de todo es que hay más persona inmaduras que maduras, y en este sentido, han experimentado en un momento u otro el mal de los celos. Los celos más comunes nacen de una situación real: la persona tiene motivos para estarlo, y además, su respuesta emotiva es proporcional a la magnitud de los hechos. Es en este caso que la madurez personal nos puede llevar a controlar la situación ante una evidencia. Ahora bien, la peor cara de los celos la construyen expresiones emocionales a unos hechos irreales, fruto, claro, del pensamiento negativo e inseguro y enfermizo de la persona que lo padece. La mayoría de casos, el celoso, tiene constituido un perfil paranoico, rasgo que le lleva a percibir la realidad distorsionada. Tal idea queda anclada en el profundo fondo del individuo y es casi imposible hacerle ver e incluso convencerles de lo contrario. Y en el fondo de todo esto, la mayoría de personas que padecen celos responden a personalidades débiles y con carencias a nivel afectivo.

Lo peor de estas situaciones es que el sufrimiento se multiplica: el celoso lo pasa realmente mal, pero ¿y la otra persona? Acaba sufriendo incluso más por ver como la otra persona sufre y encima le hace sufrir a él… Es por este motivo que recomiendo ir a terapia de pareja, siempre y cuando se quiera cambiar.

Después de todo lo explicado me viene a la memoria una frase que dijo Molière: “quien es celoso ama más, pero quien no lo es ama mejor”. Y en cuestión de amor, como bien se sabe, prefiero anteponer la calidad a la cantidad, es por eso que os aconsejo que primero os queráis a vosotros mismos y después busquéis el amor de otra persona. Buscad vuestra felicidad.


EBAN

domingo, 9 de octubre de 2011

La duda me invade...

Nadie antes que Shakespeare reflejó de manera más audaz y poética los perfiles principales humanos. Por eso, si resucitáramos a Hamlet, tras varios siglos, seguiría haciéndose la misma pregunta: “ser o no ser, esa es la cuestión”. Por que lo que está claro es que la incertidumbre y la inseguridad siguen vigentes a día de hoy.

La duda puede ser causante de dos cosas, una, es que sea una actitud resolutiva y nos permita adaptarnos al medio, y otra es más bien lo contrario, la duda paraliza. Todos somos los reyes navegando entre los mares de la indecisión, la incerteza y la meditación excesiva, que todo ello se traduce como símbolo de inequívoco de la irresolución.

No estoy diciendo que sea malo dudar, ni mucho menos, con la duda tenemos ese margen para el análisis y valoración de los problemas que surgen de nuestra vida. Lo que resulta nefasto es quedarse anclado en ella, como el que delante de una bifurcación, se queda en medio del cruce sin girar a ninguna dirección por no saber que hacer o por no tener claro si girar a la derecha o a la izquierda.

Hay que tener presente que hay dos maneras de actuar ante un problema: la primera, búsqueda de la solución inmediata que nos garantice la desaparición del quebradero de cabeza; la segunda, análisis y valoración del problema sin la búsqueda inmediata de la resolución. Ambas de manera aisladas no conducen al éxito. La primera, porque existe un alto nivel de fracasar por la precipitación de nuestra decisión. La segunda, porque la valoración excesiva del problema sólo lleva a la ampliación del mismo o a diferentes “subproblemas”. Y después de esto, ¿cuál es el camino a escoger?, pues como todo en la vida, lo correcto es un equilibrio, en este caso, el equilibrio entre los dos conceptos, de tal manera que obtenemos: valorar y analizar la dirección más correcta. Eso sí, si dudamos, fallamos.

Una de las cosas más difíciles en la vida es la toma de decisiones, decidir implica posicionarse y, en ciertas ocasiones, renunciar. Si nos asalta la duda y nos dejamos llevar por nuestras inhibiciones, la conducta queda totalmente bloqueada favoreciendo la inactividad. Otro factor bloqueante es el miedo al cambio. Entramos en peligroso terreno de confundir el “no estar mal” con el “estar bien”, cuando son dos cosas muy distintas. El temor a no querer cambiar las cosas por tal de no empeorarlas y quedarnos como estamos, aun estando mal, es siempre la peor estrategia.

El temor a fracasar es en sí mismo el fracaso, ya que no llegamos a solucionar los conflictos, simplemente se aplaza para más adelante porque en ese momento no se está seguro de poder cumplir los objetivos. Lo que suele pasar al dejar pasar el tiempo es que el problema se agrava y aumenta el mal estar interno.

Ante cualquier decisión importante es recomendable actuar con seguridad y conocimiento de uno mismo. No podemos lanzarnos a empresas que están fuera de nuestro alcance, pero tampoco reducirlas limitando a nuestras posibilidades. ¿El mejor camino? El autoconocimiento, que implica saber en cada momento cuáles son nuestras capacidades, que nos permitirán llegar a un punto óptimo de ejecución, y cuáles son nuestras limitaciones, que marcaran el límite de nuestra realización.

Todos tenemos potenciales que no ponemos en práctica por desconocimiento de los mismos. Sin este autoconocimiento previo, correremos el peligro de cometer dos grandes erratas: la sobrevaloración y la infravaloración de nuestros potenciales y limitaciones. El primer error nos conduce al fracaso seguro, el segundo, al temido callejón sin salida llamado frustración.

“One change in my life. This is I need”. Cambio, sí, necesito un cambio, necesito no tener miedo a desterrarte de mi cabeza, necesito valorarme más y dejar a un lado lo vivido para vivir más.

A modo de conclusión sólo citaré un aporte que dijo NIETZCHE: “quien tiene un por qué en la vida no necesita un cómo…”



EBAN

martes, 4 de octubre de 2011

Funcionarios con corazón

Any moment, everything can change. For a minute, all the world can wait. Let go of yesterday. Open up the part of you that wants to hide away. Forget about the reasons why you can’t in life. Because it’s your time, time to FLY.

Corren tiempos difíciles y no solo me refiero a la crisis, me refiero al conjunto de sentimientos llevados a unos límites inexplicables.

Como dije en otras ocasiones el amor llevado a unos limites desastrosos, el amor mal entendido te puede llevar a sufrir mucho y quizá sea el desencadenante de otra serie de problemas.

“Piensas mucho, demasiado me arriesgaría a decir”. Sí, mi subconsciente tiene razón pero él también provoca estas situaciones. El bien y el mal, el conjunto de mi “yo” interior, el “placer” de sufrir al final ha podido conmigo.

“Gracias” la palabra más usada en mi vida desde hace unos días, una palabra que lo dice todo o nada. Y yo quiero darte el “gracias” por “todo”.

Jamás pensé dar las gracias a un profesor, el cual me imparte clases, pero como siempre se suele decir, nunca digas nunca. Siempre indignado con la clase de funcionarios que son los profesores y al final, hoy, voy a acabar dándole las gracias a uno… ¡como cambia la vida!

Hoy bajón otra vez, pero no solo contento con eso, sino que monto el drama a la mejor película del año 2011 y para el resto del siglo XX. Sí, así de triste viene siendo el día de hoy, una mujer a la que ni le va ni le viene mi vida es a la que le acabo explicando absolutamente todo, incluso llegando al terreno sentimental.

No sé si algún día leerás esto que estoy escribiendo ahora mismo, pero no te puedes hacer una idea de lo que me has llegado a ayudar esta tarde. Jamás un profesor me ha visto así y lo que implica que jamás un/a tutor/a me haya ayudado así.

Aprovecho esto para darte miles y millones de gracias y sobre todo aprovecho para pedirte perdón por el drama de hoy.



EBAN

martes, 27 de septiembre de 2011

¿...Te quedas o te vas...?

La gente aparece y desaparece. Ley de vida. O comes o te comen. Caminas y mientras vas dejando gente atrás, conociendo a otras e incluso recuperando, ¿cuánto sitio hay en el corazón?, ¿qué prefieres, entrar y quedarte o irte?

Llevo un tiempo dándole vueltas, en mi vida ha habido y habrán muchos pasajeros. Unos se han quedado, otros se han ido y otros han decidido volver. ¡Quién me iba a decir a mí que volverías!

Hace días, desde que le conocí, he creado un vínculo con dos personas que creo que en la vida imaginé tener tantas cosas en común, sí, me refiero a ti Lorena o a ti Paola. ¿Alguien en su sano juicio me podría decir que sería de mí sin vosotras dos? Nadie, normal, ¡la gente en su sano juicio no lee estas cosas! (bromas a parte).

Lorena, ¿cuánto hace que nos conocemos? La vida y más, ¿y sabes cuánto te agradezco? La vida y más. No te puedes ni llegar a imaginar lo que yo puedo estarte agradecido ¿sabes todo lo que has hecho por mí? No creo que te lo imagines… Antes he hablado de la gente que se ha ido y ha vuelto, y tu eres una de ellas ¿Quién diría que hemos estado tanto sin hablarnos? En muy poco tiempo te has convertido en un pilar fundamental pera mí, formas parte de EBAN y de MIIS-PENSAMIENTOSS, eres y serás un apoyo en todo, gracias, gracias y gracias. Y como en todo siempre hay una contrapartida, tú me tienes aquí para lo que necesites. Puedo decir orgulloso que TÚ ERES MI AMIGA.

¡Aaaah! Paola, ahora te toca a ti. Ya te lo he dicho antes, jamás pensé que volvería a hablar contigo y menos de estas cosas. El pasado, pasado está y quiero vivir el presente sin preocuparme del futuro, ¿y sabes qué? El presente es tenerte a mi lado. Tú formas mi presente. ¿Sabes? Hoy me has ayudado muchísimo y te estaré eternamente agradecido. Como no, ya te lo he dicho que tienes mi número, mi facebook, mi msn y este blog a tu disposición.

¿Conclusión? Quizá mi corazón no es grande ni envidiable ni mucho menos admirable, pero vosotras tenéis un rincón en él, vosotras estáis en él, vosotras sí cogéis en él y pensad una cosa, estáis dentro y he cerrado con llave y la llave la he tirado, así que aquí no se escapa ni el gato…

jueves, 22 de septiembre de 2011

Un dragón llamado...

A través del miedo, el hombre activa su sistema nervioso central, aumentando la frecuencia cardíaca, la sudoración y otras respuestas que lo que haces es preparar para poder reaccionar de alguna de estas maneras: atacar o huir.

El miedo no es, como la gran mayoría lo conoce ni mucho menos, una emoción negativa, sino más bies es un seguro de supervivencia, sí, a través de él, el organismo se activa para poder superar un mal trago, asegurando nuestra integridad física o psíquica.

El problema, como todo sino yo no tendría sentido y no estaría aquí contando cosas, aparece cuando esta emoción lejos de ser un estímulo o una reacción adversa, se convierte en una pauta constante de comportamiento y se desencadena a pesar de no existir ningún peligro ni amenaza real. Por otra parte, también encontramos otro aspecto paradójico si más no, la vivencia de: el miedo al miedo.

El ejemplo más claro de miedo irracional, lo constituyen las fobias. En las fobias específicas se da un miedo intenso y persistente que es excesivo y como he dicho anteriormente irracional y es desencadenado por la presencia o anticipación de elementos o situaciones específicos. Al exponerse a tal estímulo, se produce una respuesta inmediata de ansiedad que puede llegar incluso al ataque de pánico, a pesar del reconocimiento por parte de la persona que lo sufre, de que su miedo es absolutamente irracional y desproporcionado.

La activación resultante del miedo en general, como respuesta a una situación amenazante y peligrosa, va dirigida precisamente a la acción, a la reacción ante el estímulo y a la puesta en marcha de una respuesta que garantice supervivencia. De manera que el miedo nos induce a hacer algo, a afrontar el peligro de la manera más exitosa posible. Por el otro lado, tenemos el miedo irracional, que conduce contrariamente a la evitación del estímulo que provoca ansiedad o malestar, siendo altamente improductivo para el.

Según los psicólogos expertos en la materia dicen que existen varios pasos para conseguir que el miedo no nos paralice: aceptar que tenemos miedo, identificar cuál es nuestro miedo y, por último, mirar al miedo a la cara y hacer lo concreto.

Si nos fijamos en los pasos anteriormente citados encontramos una solución bastante viable para la no paralización del organismo. Si aceptamos que tenemos miedo, de manera que no hay una interpretación destructiva y negativa, sino que el primer paso para adoptar una actitud más activa.

Si nos enfrontamos a él, es muy probable que lo venzamos, si nos dejamos llevar por el miedo, el fracaso está garantizado.

Me paro a pensar en mí y en mis vivencias y estoy seguro que la verdad es que cada uno construye sus propios fantasmas y sus propios miedos, más allá de la realidad y la indefensión ante ellos. Recuerdo una preciosa frase que dijo Nelson Mandela “no es valiente quien no tiene miedo, sino quien sabe conquistarlo”. Salid, luchad, enfrentaos al él, no tengáis miedo, sois una arma valiosa, y derrotad al dragón llamado ‘MIEDO’.

martes, 20 de septiembre de 2011

Sufro que te sufro...

Una desgracia, un imprevisto, una enfermedad, una realidad o la pérdida de un ser querido puede llenar de dolor nuestra vida. El sufrimiento existe, esta ahí, forma parte de nuestra vida pero si lo aceptamos, saldremos adelante.

Como otra persona cualquiera, lloro, me desilusiono y entristezco. Y en más de una ocasión, algún amigo, me ha dicho que cómo es posible que yo que ayudo y doy consejo al resto, puedo encontrarme en una situación así, que no debería de sufrir. Y esta idea me parece tan inocente que me encanta.

Hace tiempo que consideramos el sufrimiento como algo antinatural. Está claro que vemos el sufrimiento como algo anormal, y no es de extrañas, parece que todos nos intentan vender esa “verdad”. Incluso en libros de autoayuda nos convencen que si seguimos sus pasos no volveremos a tener ningún tipo de sufrimiento. O sea, que nos inculcan que si sufrimos es porque queremos. Y claro, como no, ahí sí que está el problema, ir a cuestas con el concepto de que somos culpables de nuestro sufrimiento sí que lo agranda.

La imagen que nos proyectan los que nos rodean, con sus corazas, también nos lleva a creer que las únicas personas que sufren somos nosotros. Quien no ha oído o dicho la típica frase de “Esto sólo me pasa a mí”. Por eso yo soy partidario de las terapias de grupo, es bastante gracioso cuando hablas con varias personas y te cuentan sus problemas y todas concluyen con “esto sólo me pasa a mí”. En las terapias de parejas las personas se despojan de la dichosa frase y se dan cuenta de que no están solos en el mundo.

Todos sufrimos, eso está claro, lo que nos diferencia es cómo interpretamos este sufrimiento y de cómo lo gestionamos. El propio sufrimiento reducirá o se ensanchará según lo que hagamos con él, por eso, si aprendemos a sufrir, sufriremos menos.

A veces cuando sufrimos pensamos que somos unos incompetentes (por no decir otra palabra) porque no sabemos afrontar los reveses de la vida. Entonces, así es cuando nuestro sufrimiento aumenta. Pero si interpretamos el sufrimiento como algo natural puede proporcionar mucha serenidad.

Lo que sí es cierto es que en ocasiones, el sufrimiento de algunas personas, visto desde fuera, es totalmente incomprensible. En un mundo dónde las guerras, el hambre están a la orden del día, que alguien te venga y te diga que esta deprimido profundamente porque se la he muerto el hámster suena a cómico, pero lo que no saben muchos, es que las acciones que a veces hacen que nos desbordemos son las más ridículas. O cuando alguien te cuenta con lágrimas en los ojos y como si hubiera pasado ayer el fallecimiento de un ser querido y cuando preguntas te dicen que hace 15 ó 20 años… Hay una cosa que hay que tenerla clara, aunque el sufrimiento lo debemos contemplar como algo normal, su desproporción o su duración si que nos debe alertar.

Obviamente, detrás de la causa (la muerte del hámster, la pérdida de un ser querido hace mucho tiempo) se agolpan y unen muchas inseguridades, miedos, ansias… que son lo que realmente provocan la pesadumbre. En este caso, yo, aconsejo acudir a un profesional para que realmente nos ayude.

El sufrimiento puede acercarnos o alejarnos de los demás. Cuando nos pasa algo, para nosotros terrible, y sufrimos, a veces caemos en el error de pensar que si nosotros no conocíamos lo que era sufrir hasta ahora, los demás tampoco. Conclusión: somos los que más sufrimos en este mundo. Este concepto egocentrista nos vuelve “hiperreflexivos”, sólo pensamos en nuestro sufrimiento, en que lo ha causado y todo esto se puede volver en nuestra contra.

Según un profesor de psicología, puede ser una de las causas de muchos trastornos mentales. Como nosotros somos el centro del universo por lo que llegamos a sufrir, creemos que son los demás los que deben girar alrededor nuestro preocupándose por nuestro estado de ánimo. Pensamos que los que orbitan a nuestro alrededor no sufren como nosotros, así que no merecen nuestra atención, que debe ir dirigida sólo a nuestro padecimiento. Y si los de nuestro alrededor no se desviven por nuestra situación como nosotros quisiéramos, no somos capaces de llegar a pensar que quizá los otros también están sufriendo y no tienen espacio para pensar en la que nos parece la situación más fuerte del mundo: la nuestra.

Con todo esto quiero decir que el sufrimiento esta bien, pero como todo, en su justa medida. No puedes creer que todos van en contra tuyo ni que todos te han de apoyar siempre. Vive, llora, enfádate, sufre, pero acéptalo. Llévalo a tu terreno. Esto te hará más humano y lúcido, y créeme cuando digo que ser más “humano y lúcido” no es poco.


EBAN

jueves, 7 de abril de 2011

No siempre el querer es poder

A todos siempre se no ha inculcado la idea de que la voluntad es la base de todo logro. Incluso yo muchas veces he dicho la típica frase de “querer es poder”, pero me he dado cuenta que no siempre se puede aplicar esta “regla de dos”. Si realmente deseamos algo, es razón suficiente para conseguirlo, pero, si no lo alcanzamos es porque realmente no lo deseábamos con nuestras fuerzas. Y ahí viene la desilusión y el sentimiento negativo. No todo es el pensamiento. Quizá alguien pretender ser el mejor nadador del mundo, pero no sólo basta con “querer” si no que es necesario otros fundamentos. Bien es cierto que todo empieza por querer algo, pero si quieres ser un gran nadador, serán necesarias factores como el talento y la práctica.

Dicen, y estoy seguro de ello, que todos tenemos un talento para algo.

Para empezar a potenciar algún talento nuestro, es imprescindible organizar tu vida y marcar unos objetivos, tales como: que queremos hacer en nuestra vida y luego probar hasta dar con lo que mejor nos sale. En este caso, más que la voluntad, lo que es necesario es la confianza en uno mismo: creer que servimos para algo. No sirven en absoluto las comparaciones con los demás ni la inseguridad personal (que a veces van muy unidas)

Muchas personas deciden en función de lo que ven en los demás (quizá falta de algún sentimiento) sin preguntarse si es eso lo que realmente desean hacer. Es entonces cuando se encuentran en situaciones inestables, ya que con el tiempo, al no haber conectado con su talento, desarrollan capacidades y hablidades por debajo de su propio potencia, creyendo que no sirven para nada o atribuyendo a su falta de voluntad sus fracasos.

Una vez conectados con su talento, hace falta ejercitarlo y seguir aprendiendo. Quien lo da todo por aprendido, deja de aprender. Ahí es cuando se pone a prueba nuestra capacidad de esfuerzo, la capacidad de trabajar diariamente en dirección a lo que queremos aprender y en buscar la autentica clave del éxito.

Aclaro, hay que saber aprovechar los propios recursos para sacar el máximo rendimiento a nuestras acciones. Es más probable que conectemos directamente con nuestros potenciales. Para ello hace falta una gran dosis de conocimiento, confianza y compromiso.

El conocimiento porque, por lo que he ido escribiendo, hay que ser conscientes de quiénes somos y cual es nuestro talento, aun que haya que buscar durante un tiempo indeterminado.

La confianza porque, aunque a veces nos cueste creerlo, todos poseemos un talento especial para algo en esta vida.

Y compromiso porque, sin una actitud actica nuestro talento no recogerá todos sus frutos.

Mi consejo para hoy: ¡arriesgaos! Da igual, descubrid si servís o no para hacer algo, probad. Una vez que lo hayáis descubierto, seguid aprendiendo y seguid dispuestos a que os enseñen quienes más sepan, así podréis iros desarrollando más y perfeccionándoos, porque quizás algún día también seáis ‘los que enseñaron’ algo. Descubríos, con querer no basta.